En la fotografía de escultura el objetivo no es solo que la imagen sea bonita, sino que la obra se entienda como si estuviera delante del espectador. En mis sesiones de fotografía de obra escultórica trabajo cada pieza desde varios ángulos, combinando planos generales, perfiles y detalles muy cerrados para mostrar el volumen, los encuentros entre planos y la huella del material. Así el artista puede enseñar su obra con imágenes fieles tanto en catálogo impreso como en web o dosier para galerías.

Cada material pide una luz distinta: no se ilumina igual el metal pulido que una madera mate o una superficie con color intenso. Utilizo esquemas de luz específicos para obra escultórica, con fuentes amplias y modificadores que suavizan los brillos, banderas para controlar reflejos y, cuando es necesario, polarizadores para reducir especulares en piezas metálicas o barnizadas. El objetivo es que se lea bien el volumen, pero sin quemar las altas luces ni perder información en las sombras.

Para que la obra se vea como es en realidad, trabajo siempre en RAW, con balance de blancos personalizado y cartas de color como referencia. Después, la edición se hace sobre monitor calibrado, manteniendo una fidelidad cromática que permite al artista usar las imágenes en catálogos, dossieres de venta y webs de galerías sin desajustes de tono. Esto es clave cuando la elección de pigmentos y acabados forma parte del discurso de la pieza.

Utilizo cámaras de alta resolución y objetivos fijos de focal normal y macro para evitar distorsiones y conservar las proporciones de la escultura. El uso de trípode, disparo con retardo o remoto y diafragmas controlados asegura nitidez y profundidad de campo suficiente para que el espectador pueda acercarse a la obra a través de la imagen: se aprecian texturas, marcas de herramienta y pequeños detalles constructivos que hablan del proceso del escultor.